La mejor Guzmán
Por Albino Dieguez Videla, La Prensa, 2006
Antonia Guzmán tuvo la suerte de adquirir un lenguaje propio ni bien empezó a darse a conocer como pintora. Desde entonces sus obras se reconocen inmediatamente y es lo que pasa ahora en esta muestra en la que luce su concentrado poético, por decirlo así.
El resultado es sobresaliente, permite apreciar lo mejor de esta artista ensimismada y minuciosa, tan concentrada corno inclasificable, que se presenta ahora ahondando a la vez que simplificando, cada vez con mayor densidad en sus temas y planteamientos, convicciones y pesquisas, técnicas y procesos. Todo ha sido sometido una y otra vez a variantes o ligeras reformulaciones, dando como resultado un corpus casi monolítico, obsesivo, de apretado y lento crecimiento, que se vuelve inolvidable en los grandes formatos, logrados a través de la exclusión, esto es: lo que no ha puesto Guzmán está sugerido aunque la estructura sea de un marcado despojamiento.
Una muestra en la que sorprendentemente volvemos a encontrar formulada buena parte de una imaginería primitiva relacionada con el constructivismo rioplatense y el recuerdo de aquél rigor cristalino y de la dócil geometrización de sus primeras obras, ahora renacidas con otra ‘piel’ más cálida, más orgánica, a un paso de la materia viva natural.
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